Ayer fue un
día diferente, levemente distinto, porque aunque no era grave, mi viejo se
había levantado con palpitaciones y un dolor muy fuerte en el pecho. Justo
estaba soñando con él cuando me despertó un mensaje de mi hermana que decía que
estaban en el hospital. "Me decía que se moría", agregaba. Imposible
sacar esas palabras de mi cabeza. Estuve toda la tarde pensando en él. A las 21
tenía anotado "cine" en la agenda, "EL SILENCIO ES UN CUERPO QUE
CAE", Centro Cultural Islas Malvinas. La noche también estaba rara. Mucho
calor, la gente en la calle, el cumpleaños de La Plata. La película cuenta la
historia de Jaime, desde su juventud hasta el último día, sin pretensiones de
totalidad. Al contrario, con baches, pausas, retazos. También habla del deseo:
el deseo de estar con alguien, de tener un hijo, de filmar cada momento de
manera obsesiva. A partir de ese retrato específico, el de Jaime, se
reconstruyen las morales de una época respecto de la libertad sexual. Pero esta
relación es tan sutil que por momentos se torna casi imperceptible. En ese
sentido, no es obvia ni pedagógica. A diferencia de otros documentales, la
dimensión política no está dada tanto por la voz en off ni por los testimonios
sino por el montaje de los videos y las fotos. No pude evitar sentirme
interpelada por esas filmaciones caseras que llevaban fecha y hora en el margen
inferior, en letras grises. Yo también tengo mi vida filmada. Siempre digo que
mi infancia hasta 1997 parece un reality show. El día que se divorciaron
mis viejos, se apagó la cámara. Mi padre, aficionado de cualquier nueva
tecnología, supo deslumbrarse por la fotografía y las filmadoras, e intentaba
siempre estar lo más actualizado que su bolsillo le permitía. Nunca había
pensado en el carácter poético o en la belleza de algunas de esas cintas. Por
momentos, "El silencio es un cuerpo que cae" es un poema. Y no digo
eso para bajarle el precio, incluso puede prescindir de la palabra, como cuando
los dos jóvenes bailan entre las luces. Es una película sobre la belleza de los
cuerpos, sobre los puntos ciegos de cualquier historia (personal, política,
social), sobre la identidad, sobre el amor. Mi viejo me contó, cuando era chica,
que tenía un amigo (Billy) que le gustaba comprar jaulas y colgarlas en su
casa. A todas las ponía un papel adentro que decía lo mismo: "esto no es
una jaula, es un pájaro en libertad". Creo que con esa historia, que nunca
pude comprobar (siempre tenía la sensación de que me mentía o exageraba por
demás), me enseñó qué era ser libre. "Ser libre es no estar encerrado en
una jaula", como dice el nene de la última escena. El contraste entre los
relatos (las marcas en los cuerpos, las caras ausentes, las pantallas en
blanco) y esa frase, dicha con tanta naturalidad por el niño, tal vez
signifique que las jaulas del pasado van a dejar de existir para siempre y en
su lugar solo va a haber pájaros volando. Esta película expresa la confianza en
que va a ser así.