domingo, 11 de febrero de 2018

La nostalgia ya fue

Hace unas semanas entraron a robar en mi casa y se llevaron (entre otras pocas cosas) mi computadora. Tenía en un pen drive algunos artículos y capítulos de mi tesis por los que, en efecto, no tuve que lamentarme. Pero perdí un registro fotográfico bastante extenso que no había copiado ni transportado a ningún otro lado y con él, una tentación en la que suelo caer seguido: la nostalgia. ¿Por qué hice copia de la tesis y de unos textos académicos aburridos que solo me garantizan, en el mejor de los casos, éxito y dinero, y no de mis fotos, las fotos de mis amigas, de mi novio, mi familia entera, el mejor y más contundente manifiesto del amor que hubo y hay en mi vida? Mis fotos... donde puedo ver cómo era y compararme, recordar personas que ya no están como mi abuela o mis mascotas. Tardes enteras de días como este, sentada frente a la computadora mirándonos, nuestros viajes, dándonos besos y haciendo selfies de nuestro amor. ¿Ahora qué hago? ¿Cómo reconstruyo visualmente ese amor originario que nos teníamos, que gracias a ese ejercicio que prueba su existencia sigo, en parte, con vos? Los ladrones nos sacan las pertenencias, los objetos materiales, pero es inevitable (y me sorprende cómo no lo sabía antes) que con ellos no se arrastre también nuestra experiencia. ¿Tengo que dejar ir al pasado y empezar a fotografiar lo que viene? Y entonces, ¿qué viene? El futuro. Siempre viene el futuro. Aunque no sepa qué mierda significa eso, ya era hora de abandonar la nostalgia.

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