lunes, 26 de enero de 2015

The groundhog day

(En el Ministerio de Trabajo, sin trabajar)


Mi vida entera es una gran ironía. Sí. En el Ministerio de Trabajo pero sin trabajar. Así como es. Y no es por mala voluntad, porque no haya cosas para hacer. Es por la demora de una información, una presentación, un correo electrónico. En el fondo, no se sabe. Nunca se va a saber porqué demoran las cosas. Es un día así como nada, con poco para recordar, para hacer, para sentir. No tiene nada de malo que así sea. A mi me gustan los días medio nada, yo soy medio nada, la nada no tiene nada de malo. ¿O no? ¿Por qué hay que ser productivo? ¿Por qué hay que vivir los días como si siempre fuese el último? ¿Quién dijo eso? No entiendo para qué vivir al máximo. Ni el mundo ni yo merecemos tanto. Pero por otro lado, ¡ay!, la vida que no vivo, los viajes que no hago, los affaires que no tengo, el talento inexplorado, ahí, aguardando salir. Estoy acá, en una oficina, frente a una máquina, leyendo un libro sobre la generación del 37. Una generación con proyectos, con ideas, con espíritu de cambio. Yo acá, tan nada y tan feliz. Pero qué linda vida que no estoy viviendo, llena de voluntad. Una amiga me dice que tiene necesidades, ganas de hacer cosas pero no puede porque antes prefiere estudiar y recibirse pero, a la noche, cuando hace calor y todos salen a bailar sin culpa, ahhhhh, qué tristeza ser nosotras. Por qué estudiar. Por qué. Por qué no me tomé un año sabático cuando todavía no era absurdo hacerlo. Y yo tan yo, acá, averiguando para retomar francés, yendo a canto a las cuatro de la tarde cuando se prende fuego la ciudad en la que todo el país quiere estar para ir a la playa, al mar, yo canto, mas o menos, mas o menos mal, con corazón, a veces sin ganas. No me voy porque no vuelvo. No dejo la carrera que empecé a estudiar hace casi seis años porque sé que apenas conozca otra vida un poco diferente no volvería nunca más a vivir ésta. ¿En verdad es la literatura lo que amo? ¿Cuántas personas en el mundo se están haciendo esta pregunta? ¿Cuántas personas escriben sobre sí mismas?
Sigo esperando que me presenten en mi nuevas funciones en el trabajo para poder organizar mi cabeza que está como en un limbo, yendo de un lugar a otro, inventando cosas para hacer por culpa de estar sin hacer nada, cosa que -parece- puedo hacer sin que nadie se moleste. No quiero ser independiente, no quiero trabajar por mi cuenta ni organizar mis propias tareas. Quiero que me manden y ordenen otros. Así es mejor el mundo. Al menos el mío. Si fuera por mí me iría a caminar, seguiría leyendo sobre Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez. Una generación con ideales, pasiones, aptitudes. Los que forjaron el destino nacional. Ellos hicieron lo que somos. ¿Por qué no puedo yo ser así? Crear una identidad nacional, un canon, una cátedra de literatura como Rojas o suicidarme como Lugones. Todos tan importantes y yo sin trabajar. Vamos. Yo puedo. Vamos. Voy a hacer algo, aunque sea lo último que haga, Voy a imaginarme otra vida, una vida que yo quiera. Vamos. Voy a seguir esperándola, agregándole cosas en mi mente para que cada vez sea mejor, ahorrando para ella, sacrificándome, y que cuando llegue yo no tenga que estudiar ni quejarme.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario