domingo, 1 de febrero de 2015

Balance

En el 2014 me tatué, me corté el pelo tres veces y rendí cuatro finales. Pensé que iba a terminar de cursar y no pude. Me di con un caño por eso pero conseguí un trabajo en blanco y estable. Por el momento. Estoy pensando qué voy a hacer el 2015. Por lo pronto nos vamos un mes de viaje con Nicolás, el chico explorador. También quiero escribir más cuentos, estudiar. No son sueños, son proyectos. No me pregunten que quiero porque no lo sé, tampoco qué voy a hacer. Pero me gusta soñar, me gusta planear más que concretar. Por eso la vida tiene sentido. Si no pienso que voy a hacer algo, despertarse mañana lunes a las 8 de la mañana -o antes, debería despertarme antes- sería todavía más difícil. En el 2014 leí poesía en algunos eventos y festivales, gané una beca de investigación, pero también me sentí perdida y sola. Pinté mi casa. Ah, y tenemos una perrita viviendo en casa. Me acuerdo que Joaquín a su vuelta de Europa decía que (esperando cambios y noticias) nadie había hecho demasiado ni transformado nada. Me entristecí demasiado porque yo siempre tengo la ilusión de que hago cosas y cambio pero en el fondo entendía que era cierto. Y vos, qué haces para que todos los días no sean iguales, la misma cosa aburrida y terrible que después nos pega un domingo como hoy, nos hace preguntarnos por todo, dudar hasta de la vida misma. Dale, qué haces. Yo, qué hago. Eso, qué hago.

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