sábado, 21 de marzo de 2015

San Agustín

Ayer le dije a madre si podía ir a cenar a la casa y me contestó que tenía el cumpleaños de una amiga suya, Viviana. Recordé que hace muchos años ella, su marido y sus hijas se habían ido a vivir a un pueblo de menos de trescientos habitantes de la provincia de Buenos Aires. Su marido es médico y en ese momento había conseguido trabajo en una salita médica en la que se atendían personas de varios pueblos cercanos. No sé porqué me acordé de eso pero me pregunté por ella, qué corno habrá hecho mientras su marido trabaja y sus hijas iban a la escuela en ese pueblo solitario. Pensé en cuánto me gustaría escribir sobre esos días de esa señora, allá en San Agustín. No porque fuesen interesantes o significaran algo para mí sino porque sentía intriga. Y al mismo tiempo no tenía una respuesta. En serio, qué había hecho con tanto vacío, con tanto tiempo. A mi me falta tiempo. No tengo tiempo para estudiar, para cantar, para estudiar idioma, ni siquiera para hacer las cosas pendientes del trabajo. Todo mi día está ocupado: trabajo, facultad, música, novio, amistades, descanso, familia. Ahora mismo mientras escribo esto tengo la ventana del aula virtual de didáctica específica abierta, porque tengo que leer un artículo. Y esa mujer, ¿se habrá sentido aburrida? ¿habrá pensado mucho mientras vivió en San Agustín?, ¿Por qué habrá elegido irse con ese hombre ahí? ¿Habrá sentido que era su lugar en el mundo?
Yo creo que no tengo lugar en el mundo. Me gustan esos mundos posibles donde me puedo imaginar lo que las personas hicieron o hacen. Me la imagino en una ventana mirando los pastizales. Me acuerdo que tenían una sola radio porque la antena no podía captar otras. Y me identifico con ella y no, al mismo tiempo. Pero cuáles habrán sido sus días, sus pensamientos, me intrigan, me gustaría saberlo. No sé si voy a terminar como ella, siguiendo a mi novio médico por la provincia de Buenos Aires, cambiando a mis hijos de colegio varias veces, o si voy a estar separada, sola. Dónde voy a vivir.
Madre está un poco triste porque nos fuimos las cuatro de casa. Me dijo que no encontraba mucho sentido a la vida. Pero no en sentido suicida o depresivo sino de manera sincera, le faltaba algo. Tiene novio y un perro. Pero su felicidad era llevarnos al colegio, revisar las tareas, cambiarnos, vivir apurada. La adrenalina. No sé. Ahora está en una meseta, dice. El trabajo es aburrido, la cena. ¿Tendré hijos? ¿Me pasará lo mismo? Ojalá pudiera darle un nieto para que se divierta sin tener que criarlo yo. O volver a ser chica, disminuirme, dejarme querer y atender por ella, para que vuelva a ser feliz. Fuimos a comprar ropa, bombachas y corpiños, me dijo que se sentía mejor. Me da miedo porque la veo envejecer, sé que por dentro siente eso. Y sí, es el curso natural de la vida, nacer, vivir, morir, pero no sé, es triste porque fue hace tan poco que vivíamos juntas y nos divertíamos tanto. A diferencia de mis amigas yo tuve una relación muy buena con ella, era una amiga más pero sin dejar de ser madre. Viviana, ella, son mujeres de otra generación, que nacieron para tener hijos y vivir por ellos. Por ellos se mudaron varias veces, a pueblos de mala muerte, feos, casas más chicas, más grandes, se casaron, se divorciaron. Siempre por lo mejor para ellos, nosotros. Yo creo que soy diferente. Quiero vivir para mí aunque eso suene egoísta. Todos los sueños que tengo sólo me incluyen a mí. Y aunque eso pueda cambiar creo que soy diferente, no sé si es mejor o peor. Pero para mí tampoco tiene mucho sentido la vida, ahora. Y aunque no le dije eso a mi mamá me sentí identificada con lo que decía. En eso nos parecemos. Siempre estamos insatisfechas. Los hombres no nos terminan de convencer y hacernos feliz, las cosas materiales tampoco. Quizás haya que irse a San Agustín a vivir, donde no hay nada para comprar, casi no hay personas, y si no hay eso quizás tampoco haya deseos. Porque nuestro problema es que todo el tiempo estamos soñando algo diferente. Mi mamá queriendo volver al pasado; yo, al futuro. No tiene sentido tampoco. Aunque se cumpla lo que queremos estaríamos en el mismo lugar, diciendo que la vida no tiene sentido, y es que el fondo, acá, en San Agustín, en el futuro, nada tiene mucho sentido.

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