miércoles, 25 de marzo de 2015

Tengo muchas ganas de tener dieciocho años o menos y volver a vivir con mi mamá y mis hermanas. No puedo creer cuánto me quejaba en ese momento de vivir con ellas, respetar las poquísimas reglas que me ponía: avisarle lo que hacía, tener ordenado el cuarto, estudiar. Cuánto deseaba cumplir dieciocho. Mis amigas y yo, tantas noches diciendo "cuando tengamos dieciocho". Todos los boliches y bares a los que quería entrar y no podía y ahora que puedo no voy. Me acuerdo de adulterar los documentos, hacernos pasar por más grandes. Ahora que lo somos ya ni nos juntamos a salir. Y qué ganas de no trabajar, no tener obligaciones, no ir mañana a la facultad. Por qué no sabía en ese momento que ser adulta era una mentira. Si alguien me lo hubiera dicho seguro hubiese disfrutado más y pensado menos en el futuro.
¡Cuando viva sola! ¡Cuántos hombres voy a poder llevar sin pedirle permiso a mi mamá! ¡Cuántas fiestas sin padres, descontrol y dormirse a cualquiera hora! Con suerte a las once engancho alguna película en tv que me guste y me quedo despierta. Y ahora, tantas ganas de adulterar algo, mentir, esconder las notas del cuaderno de comunicaciones. Ese gustito de estar ilegal en algún lado o tener que disfrutar hasta determinada hora. Ser adulto es tan pero tan aburrido. Sin un mango, caminando cuarenta, cincuenta cuadras para volver a casa con miedo, acompañada por algún desconocido quizás, alguna amiga. Y ahora tanto taxi, tantas pocas ganas de salir a ningún lado. Tanta comodidad. Mis billetes se aburren en la cuenta bancaria. A veces me hablan, me dicen, gastános, salí, emborráchate. Y eso pasa, a veces, pero es tan aburrido. Nunca más va a volver a ser lo mismo. Mamá no va a decirme "tenés olor a cigarrillo", "el cigarrillo es malo". Ahora fumamos juntas. Si se pudiera volver el tiempo atrás volvería a los diecisiete, a la escuela, sí, que tan poco me costaba. Hoy en la oficina estaban todos locos porque se vienen los concursos para planta permanente. Tanto cansancio, tanta adultez y responsabilidad junta. Mis compañeros hablan de sus hijos, se pelean con sus mujeres y maridos por teléfono. Todavía me falta para eso, pero por momentos pienso que de ninguna manera quiero estar ahí. O no sé, una amiga dice que cuando tenga hijos ya no va a estar más deprimida porque va a tener algo importante en qué pensar. Lo demás dice que no le va a importar. ¿Tendra razón? Prefiero no arriesgar. Voy a intentar volver a los dieciocho como pueda, disimulando, para no parecer una boluda que no acepta su edad y funciona a contra reloj.

No hay comentarios:

Publicar un comentario