lunes, 27 de abril de 2015

Cenizas


Tanta ceniza me hizo mal a los ojos y me dieron ganas de llorar, de repente. Hacía tanto que no lloraba ni con una película, una noticia triste o las peleas absurdas que tengo con mi novio. Entre la alergia, la nostalgia y mucho trabajo, me entristecí. Ya no sé si quiero enamorarme de nuevo o retroceder el tiempo y volver a vivir esos primeros momentos de novios que son tan lindos. No sé qué me pasa estos días. No sé. Porque el mundo parece que se puede terminar en cualquier momento. Me dan ganas de dejar de estudiar e irme de viaje. Sueño que la lava del volcán se lleva todo por delante y nos quema y nos morimos. Y yo, en parte, me quiero quemar. Por ahí de esa manera pase algo. Fue lo único que me causó un sentimiento estos días, cuando ninguna otra cosa podía. Lloré y comí un pancho, cuando soy una vegetariana fiel hace más de diez meses. Lloré por eso y me di cuenta que no tenía sentido. Después de eso no volví a comer carne de nuevo. Pero eso me llevó a preguntarme cuántas ganas de bardear que tengo (muchas). Con cualquier cosa, incluso contra mí misma y mis supuestas ideas, la única que pude llevar adelante: la de ser vegetariana. Le dije esto a mi novio y me miro muy mal porque en el fondo no me entiende, cree que todo se trata de ser o no infiel. Me voy a Tucumán y voy a volar en avión, con un poco de miedo de que pase algo después de tantas cenizas y desaparición de aviones. No quiero llorar más. Me gustaría que alguien guste de mí y tengamos un secreto. Como mi vegetarianismo y yo. Me dan ganas de vivir todo de golpe, alguna aventura o tener miedo, porque sí, el mundo se va a terminar y tiene que haber sentimientos fuertes. Sino que las cenizas me hagan llorar todo para que después, de verdad, nada me importe mucho.
Ah! Estoy re feliz porque vuelve Full House. No vuelve Twin Peaks todavía, pero sí esta serie berreta de Warner Bros que miraba con mi hermana cuando éramos más chicas. Era sobre los problemas de tres niñas que las criaba su padre soltero. Al revés de como me pasó a mí pero no importaba. Cuando sos chica te podes identificar con cualquier cosa, no como ahora que siento que para verme identificada con algo voy a tener que ponerme yo a escribir la novela o la película que quiera leer o mirar para que me cause empatía.El tío era medio banana y el padre re virgo. Siempre me pregunto porqué los hombres en las series son tan boludos y las minas tan conchudas. La novia del tío siempre estaba enojada. La más grande de las nenas quería salir y no la dejaban. Las otras dos no hacían nada. Después había otro tío, el típico soltero que nunca la ponía ni la iba a poner y daba vueltas por ahí, viviendo del hermano que bastante mal la pasaba criando tres nenas sin una mujer que lo ayudara. Pero estoy feliz porque quiero saber qué van a inventar para volver a emitir la serie. Creo que hay varios conflictos que pueden ser explorados después de que hayan pasado tantos años: problemas de drogas, divorcios, soledad, muerte. No sé. Hay varias cosas. Empecé a ver la serie y mis papás ya se habían separado. Quería mucho a las muñecas barbies y jugaba todo el día con mis hermanas y vecinas. Iba a un colegio cristiano y quería un novio para mi mamá. Creo que las series nos quemaron un poco la cabeza, sobre todo luego de la invasión de rubias en televisión. Pero no lo suficiente como para no poder trabajar, estudiar y levantarme todos los días queriendo una vida más digna. 

jueves, 23 de abril de 2015

Muy académica

No sé si soy yo o qué pero más academia menos poesía
menos cosas mías, menos ideas.
No estoy escribiendo nada más que ponencias y trabajos para la facultad
congresos, seminarios, materias
que no son menos importantes que la literatura en sí
pero por alguna razón siento que pierdo.
Tampoco sé de verdad qué estoy perdiendo
si es que estoy perdiendo algo.
Me enteré que una chica renunció a una beca de Conicet
porque quería ser escritora y me quedé pensando
en que quizás lo hizo porque son dos cosas que no van de la mano
aunque todos digan que sí.
Me dicen que estoy muy académica y no sé si es bueno o malo
si tendría que ser diferente o mejor.
Tampoco sé si esto es un diario íntimo o una poesía de morondanga
que no le importa a nadie más que a mí.
Que hoy particularmente no sé qué corno hacer con mi vida.
No sé cuál es la botella al mar que estoy tirando con todo esto,
si es escribir o acumular antecedentes para ganar una beca.
Me da tristeza tener que decidir cosas.
A veces me gustaría que alguien decidiera por mí
en estos casos, no sé si en todo
o que las cosas vinieran a mi como verdades reveladoras que no puedo cuestionar.
También quiero cantar pero eso ya es otra historia.
Por lo pronto tengo que ordenar mi casa
porque tengo una cena acá y quiero todo limpito y lindo
para quejarme con mis amigos y decirles que no sé qué hacer.

miércoles, 8 de abril de 2015

Demasiado zen

Voy a clases de canto todos los miércoles. No lo digo a todo el mundo porque es como aprender idiomas y que te digan "dale, habla". Me da vergüenza. Ahí me di cuenta cuánto miedo tengo de hacer cosas nuevas y más miedo de que me salgan mal. Mi profesora de canto además de eso es psicóloga. Le robé el contacto a una amiga con la que ya no hablo. Ir a canto me acerca un poco a ella. Cada vez que voy me acuerdo de que empezamos a ser amigas cuando ella iba a canto. ¿Será una forma muy rebuscada de buscarla? No sé porqué dejamos de hablarnos pero son esas cosas que suceden como si nada y después se vuelven costumbre. También me la recomendó un amigo a la profesora que la fue a ver cantar y también quería empezar pero finalmente no lo hizo. En fin. Ella es psicóloga. Me dice que basta de miedo, de pudores, que no importa desafinar ni "dar en la nota". Un día me dijo que tenía buena voz para acompañar una voz principal. Por lo adaptable, por la armonía. "Corista", le dije. "Siempre segunda, nunca protagonista". No sé de dónde saqué eso. En realidad no creo haber sido segunda en casi nada. Fui la primera hija, fui primera escolta, primera novia de varios. Qué se yo. Creo que siempre me sentí segundona. Mis hermanas fueron llegando y quizás me sentí desplazada. No sé. La cuestión es que ella es psicóloga y eso me inhibe un poco. Pero cantando descubrí no importa hacer las cosas para ganar dinero o ser el mejor.
Mañana voy a leer en el museo en un festival y me da vergüenza. ¿Por qué me pongo nerviosa con todo lo que implique público? A veces es una persona o dos, ni siquiera se trata de grandes escenarios. Cuántas cosas haría sin miedo, sin timidez. A la vez es así como soy y no puedo cambiarlo. Por ahí alguien se enamoró de mí porque era tímida o causó gracia en alguna ocasión. No todo lo que parece malo en verdad lo es. Nunca hay que subestimar los defectos. ¿Es demasiado zen? 

martes, 7 de abril de 2015

Despedida

Estoy yendo a cursar y con suerte es mi último año. La facultad me dio algunas cosas y me quitó muchas. Apenas entro al aula ya estoy agotada. Me canso de escuchar a mis compañeros, a las profesoras, a los "textos". La palabra "texto", me tiene bien podrida. Es como tener una relación con alguien que te irrita, a quien no tenés ganas de escuchar. Mi novio se va a cursar a La Plata. Me despido por dos días. Se va y lo extraño y pienso cuánto lo quiero. A veces lo detesto y me molesta hasta con su respiración. Quizás con la facultad me pase lo mismo. Si no estudiara querría más que nada en el mundo estudiar. Pero ahora estudio y me queda relativamente poco. Quizás sean mis últimos pasos como estudiante. Y no me importa eso de las pasiones y qué se yo, la literatura es una pasión, los textos. Nada. Yo no me creo nada de todo eso. No sé si tengo pasiones. Si existía ya se apagó. Como el amor de los primeros meses. 
Cada vez que entro a la facultad pienso en todas las cosas que ahí hice. Las primeras clases. La foto que me sacó mi papá antes de entrar a cursar la primera vez. Cuánto cambié. Era ingenua. Lloré por sacarme un siete en mi primer parcial. Yo sentía que merecía más. Pero a quién importaba eso si el examen final era lo único que contaba. La nota fue mayor. Tuve buenas notas. Bastantes. 
Mis expectativas empezaron a bajar, con aprobar me conformaba. Cada vez quiero saber menos con rendir. Pienso que no volver a presentarme al examen es resultado suficiente. No me importa la mediocridad, no ser lo más, la más inteligente, la mejor. No quiero seguir yendo a la facultad. Lo tengo decidido. 
También participé en la vida institucional de la facultad. Fui consejera de la carrera varios años. Iba a las asambleas, me quedaba a dormir en el piso cuando se tomaba la facultad. A veces en las aulas donde ahora curso mis últimas materias me veo tirada en el piso, en una bolsa de dormir con el cierre falseado, la garganta dolorida de tanto fumar. Hablo en pasado porque ya no participo, no me intereso, no me indigno. Solamente voy y camino como un fantasmita, contando los días para no ir más o para poder decidir si hacerlo o no. 
Mientras tanto cumplo con el mandato social familiar cultural de estudiar y terminar. Quiero terminar. Me va a hacer bien. Me gusta la literatura. Pero la facultad ya no es ambiente propicio para aprender ni crecer. Las chicas que cursan conmigo. Se parecen demasiado entre sí y yo a ellas y me preocupa. Todos nos parecemos lo suficiente como para que sea preocupante. Estoy cansada de tener que cortar mi día para ir a cursar, a hablar de cosas que no me interesan. Hoy por ejemplo en didáctica específica hablamos de la enseñanza de la lengua materna, los desafíos docentes. Participo para no dormirme. Tenía frío y sueño. Me pasa cuando estoy por irme que me recuerdo que nunca más voy a volver a pasar por eso. Que no es tan grave y hay cosas peores. 
Me estoy despidiendo de mi vida porque ya no es mía. Como el tema de Fito. "Pero eso estaba ok". Tengo una vida que es la consecuencia de decisiones que tomé hace mucho tiempo. Muchísimo. Para una vida tan corta es muchísimo tiempo. Necesito repensar todo y volver a elegir. A elegir lo que quiero y hacerlo. Volver a disfrutar de hacer cosas. 
Me gustaría cantar y tener una banda. Viajar mucho. Quizás mi vida no sean las letras. O en una de esas sí. Ojalá que no. Me aburre hacer siempre lo mismo. Pero voy a terminar. Voy a poder. Hoy la profesora decía que a fin de año íbamos a ser profesores y a enfrentarnos a no sé qué y yo pensé que no que yo a fin de año no voy a ser nada. Ojalá para esa fecha esté planeando un campamento o comprando regalos de navidad. Me cansé de las cosas profundas, del compromiso social y la conciencia crítica. Esas cosas no te dan de comer ni te abrazan a la noche cuando te estás muriendo de frío porque es abril y en abril hace frío como en agosto. 

sábado, 4 de abril de 2015

Don't marry me

Ayer estuvimos hablando con mi cuñada sobre su casamiento y me dí cuenta, como una epifanía, una revelación, de que yo nunca voy a casarme. No tengo nada en contra del casamiento. Sí, pienso que el amor no debería estar regulado por ninguna ley ni institución, el estado no debe entrometerse en nuestras vidas, cosas así, pero que no digo por miedo a parecer demasiado extremista o pesada. Pero no, en el fondo, me gusta ver a las personas felices y no hablo desde ningún lugar de autoridad moral o soberbia. Mi definición creo que tiene que ver con otra cosa.
1985. El casamiento de mis padres. Mi mamá una estudiante de pedagogía, mi papá veterinario. Un departamento en La Plata, muchos amigos, amor, gatos, perros, visitas. Después de muchos años, admitían que "era el paso que seguía", "todos en esa época nos casábamos". Se terminaron separando. Y eso no tuvo que ver directamente con el hecho de casarse o no, mi papá era muy niño aún, mi mamá bastante demandante. Que ya no se querían, decía mi mamá. Cada vez que veo fotos de casamientos o pienso en eso, me acuerdo de mamá y papá.
En álbumes guardo todas las fotos de su relación, matrimonio y nosotras, sus hijas. Las heredé sin pedirlas, en un acto de despecho quizás de ambos o de superación. La cuestión es que en sus viajes, en su época de estudiantes se ven tan hermosos. Flacos, hippies, contentos. Con los bebés también. Pero en el casamiento no. Están gordos, mi mamá muy adulta, con el pelo corto. Mi papá peinado a la gomina. Como más grandes. Ella volvió a casarse y a separarse por segunda vez. Mi papá no. No se casó pero tuvo hijos y también se separó. Yo desde muy chica aprendí que las cosas se terminan y los hombres se van. Mamá después tuvo varios novios, estuvo sola. Estábamos muy bien viviendo solas.
Para mí su casamiento es el principio del fin. Guardo sus fotos de juventud como un tesoro en el que había amor. Lo que vino después no fue mejor. Se aburrieron, ya sabían que se tenían, la ley lo probaba. Empezaron a querer cosas distintas. Mi mamá finalmente tomó la decisión de quedarse sola, aunque no por mucho tiempo. Esa fue otra lección que aprendí. No hay que conformarse con el primero que se cruza en nuestro camino, aunque tengamos con él la escritura de una casa, una vida asegurada e hijos. Todo se puede arreglar pero la insatisfacción.. Eso no tiene arreglo. Por pensar así mi mamá se divorció con tres nenas, sola, a buscar otro hombre que fuera como ella lo quería. Mi papá pidió un crédito en el banco y se compró un departamento. Me dijo varias veces que había aprendido la lección y no iba a casarse de nuevo. Desde esos días cualquier foto de casamiento me trae recuerdos tristes, aunque prefiero a mis padres felizmente divorciados, que juntos.
Ellos  se separaron cuando tenía seis años. No recuerdo mucho de antes pero sí del divorcio. Escuchar sus quejas, los trámites, los abogados, la guita. La guita. Eso. Todo el tiempo. Pienso: lo complicado siempre es encontrar a esa persona increíble que te cambia la vida, no separarse. Si ya no hay amor no tiene que ser difícil terminar. Algo tiene que estar mal. ¿Tanto esfuerzo para probar el amor? ¿Tanto para separarse? Dinero, organización, tiempo. Yo quiero un amor sin nada. Vacío. No quiero vestidos, no quiero fiestas, no quiero fotos. Quiero que sea tan fácil vernos como separarnos. Porque tengo la ilusión de que si no nos une nada y seguimos juntos es porque queremos. Los papeles, las personas, las declamaciones lo enrarecen todo. Además me encanta estar en contra de las cosas. Quiero un amor diferente.
Torta de casamiento mamá y papá


miércoles, 1 de abril de 2015

Dormir sola

Dormir sola no es en sí mismo algo malo pero es muy distinto si es por elección, por accidente o por castigo. Anoche dormí sola por accidente; mi novio fue a lo de su hermana a comer y se quedó ahí porque nadie le iba a bajar a abrir (viven en un piso trece, creo). Lo extrañaba. Dormir sola era diferente, como anormal. No era mi rutina. Lo extrañé. Tenía más frío, porque es cierto que hace más frío si uno duerme solo.  Sus movimientos, su alergía a mitad de la noche, que se despierte antes que yo y se vaya a trabajar. Hace tres años que dormimos juntos casi todas las noches. Me torno nostálgica si no está, no me duermo, doy vueltas y vueltas y vueltas. Los ruidos me dan miedo, empiezo a pensar cosas feas y finalmente, lo admito, necesito al hombre al lado para sentirme protegida. Cualquiera, pienso al ratito. Soy una boluda. Cómo voy a decir eso. Entonces me acuerdo de cuando vivía sola, los primeros meses en mi antiguo departamento, un colchón en el piso. No tenía computadora ni televisión. Llamaba a cualquiera para que me hiciera compañía y cuando todas las respuestas eran "no puedo", desesperaba.Y lloraba. Pero no estaba nada mal, era mi normalidad. Pensaba mucho, tenía ideas que ya no tengo, escuchaba las conversaciones de las personas que caminan a la noche o las bocinas de los autos. Escuchaba música y me dormía. O lo que era mejor: leía. Ya no leo, no escucho música ni llamo a mis amigos para que vengan a dormir a mi casa. Un abrazo de mi novio -ni siquiera-, su presencia al momento de dormir, es la tranquilidad para alcanzar el sueño más profundo.
Dormir sola por elección o por accidente no está mal. Tenes el lugar de la cama que querés, sabés que al otro día él vuelve y todo está como antes. Ahora, dormir sola porque nadie quiere dormir con vos, eso es terrible. Mi mamá recién separada deambulaba por toda la casa hasta la madrugada comiendose todo lo que quedaba en la heladera. Fumaba un atado de cigarrillos en apenas un rato. Para no dormir sola, claro. La cama, el lugar más hermoso de la casa, era su peor enemiga. Le recordaba que estaba divorciada, otra vez, y sus hijas ya eran grandes para meterlas en la cama y abrazarlas como bebés. Y sí, ya éramos lo suficientemente adultas para darnos cuenta que su miedo era de estar sola. Lo que no consigo distinguir es si una tiene miedo de quedarse sola o de quedarse sin un hombre. Yo no tengo problema en admitir que los hombres me dan seguridad. Cuando tocan el timbre a las cuatro de la mañana porque le quisieron robar el auto a tu vecino, él se levanta, prende las luces, atiende, dice "yo voy" y va a la puerta. Pero, ¿es más cómodo dormir con alguien o dormir solo?
Cuando mi novio viaja a La Plata uso toda la cama para mí, miro televisión hasta cualquier hora, hablo por teléfono, me siento más libre. La cama es más cómoda. ¿Por qué si es tan lindo dormir abrazado con alguien al otro día nos levantamos acalambrados y doloridos? Sacame el brazo, me aplastas el pelo, me pinchaste, correte, dame sábana. ¿Por qué tantas aclaraciones para poder dormir? Cada uno necesita encontrar un lugar en la cama, como si fuera un rompecabezas y las piezas tienen que encastrar perfecto. Eso pasa, a veces. Pero no es casualidad que cuando más cómodo se vuelve dormir con alguien más ganas tenemos de dormir con otras personas. En mi caso tengo más ganas de dormir sola. Me asusta la dependencia que tengo con los hombres. La inseguridad y el miedo que tengo cuando es de noche y estoy sola. A veces veo figuras en las cosas o en las sombras de las cosas. Pienso por dónde podría entrar alguien y por dónde escapar yo si eso pasa. Me acostumbré a que somos dos y eso nos hace más fuertes a cada uno. No sé si es verdad o no, acostumbrarse nunca está bien. Olvidamos cómo era dormir solos, dormir con desconocidos, dormir en otras camas. Después estar solo cuesta más y hay que aprender todo de nuevo, como le pasó a mi mamá. Somos como paralíticos del amor. Sin piernas ni nadie que nos lleve. Pero es seguir o morir en el intento. Mi suegra hace casi cuarenta años que está casada. Nunca los vi darse un beso ni un gesto de amor y no exagero. Mi novio me dice que él tampoco y comprueba mi teoría: acostumbrarse es malo. Se mudaron nada más que dos veces de casa. Varias veces dijeron que se divorciaban y a la semana volvían. Mi otra teoría es que nunca van a separarse. No le digo esto a mi novio pero descreo en algún punto de que después de tantos años, cada uno pueda estar, dormir, solo. Dormir es importante. Dormir bien, digo. Sino no servimos. Trabajamos mal, queremos mal, estamos de mal humor, damos lástima. Mis suegros parece que lo único que hacen es dormir bien juntos. No sé si se quieren, si lo hacen, lo hacen en un modo extrañísimo, pero por alguna razón siguen juntos. Sus hijos se fueron casi todos de la casa, problemas económicos, no tienen. Yo pienso que duermen bien juntos. Además aparece el problema de quién se lleva la cama. ¿De quién es la cama? Las camas son de los que duermen ahí. Hay que venderla y vender el problema a otra pareja. Empezar de nuevo. Comprar otra cama. Pensar bien con quién vamos a compartirla o si esta vez no es mejor aprender a dormir solo, hacernos adultos, de una vez y para siempre.